lunes, 15 de febrero de 2010

Sentimiento flamenco

Aunque parezca mentira por el título, no me gusta la música flamenca. Es más, ese cantar desgarrado me pone mal cuerpo. No, tampoco me gustan las sevillanas, ni sé bailarlas y nunca he ido a Sevilla en abril. Así que no sé por qué me apasionan los trajes de flamenca. Los volantes interminables, las larguras cubriendo los pies, las mangas abullonadas... vestidos que transmiten fuerza, garra, pasión y dolor a partes iguales y que yo, de niña, me moría de ganas por poseer uno. Así que os confieso con este post otra de mis pasiones ocultas e inconfesables: admirar desde el silencio la hermosura de un traje flamenco bien hecho. Con esto no me refiero a esos típicos de lunares con bata de cola que hoy en día deberían guardarse en el Museo de los Horrores, sino a aquellos que abanderan la modernización del vestido flamenco, desprendiéndolo de los horribles lunares de colores imposibles para revestirlo en la monocromía de sedas, lentejuelas, flecos y organza y subirlo al podio de la moda.

A la cabeza de esta revolución se encuentra la culpable de que yo esté ahora mismo escribiendo este post: Vicky Martín Berrocal. Y aunque algunas ya hayáis puesto el grito en el cielo, lo cierto es que Vicky lleva cuatro años diseñando moda flamenca y revolucionando un mundo que empezaba a apestar a rancio. Su llegada ha aportado a los trajes de flamenca un aire moderno y renovador que nadie antes había sabido darle. Con ello, Vicky por fin encontró su sitio y los que no creían demasiado en ella como diseñadora –influidos por los prejuicios de su vida de mujer de...– han tenido ahora que tragarse sus palabras viendo la calidad de la moda que lleva la firma de Vicky. Así es cómo, lo que empezó en 2006 con la colección Al Alba, dedicada a su hija, culminó la pasada semana en la Semana de la Moda Flamenca de Jerez, donde Vicky presentó su última colección: Sentir.

(La modelo Laura Sánchez, que lleva años siendo la cabeza visible de los desfiles de Vicky Martín Berrocal, posa con un modelo de seda en blanco, en el que destacan los volantes exagerados en la falda y las mangas, dejando el escote y el cuerpo sin adornos ni colores para resaltar así la figura femenina. El escote también desciende y se adorna con exclusiva pedrería de la India)

De nuevo con la modelo Laura Sánchez como musa indiscutible de sus trajes, Sentir mostró el crecimiento de Vicky como profesional de esta rama de la moda, con vestidos puramente trabajados en telas nobles y acabados de lujo. Modelos de flamenca, sí, pero creados por una mujer y para mujeres, lo que demuestra esa tremenda feminidad que desprenden y que los convierte en trajes incluso llevables mucho más allá de las ferias. Precioso el vestido en negro cubierto de paillettes. Aquí la falda pierde el protagonismo que tenía en el anterior para no recargar un conjunto ya muy brillante de por sí, y la manga se alarga para adoptar la forma romántica con volantes en la muñeca.

Me parece también muy bonito este modelo en blanco de inspiración setentera cuyos flecos aportan más movimiento al vestido que, no oblidemos, que está teóricamente pensado para bailar. En esta ocasión pierden protagonismo también las mangas, que quedan libres de adornos y volantes, para dejar en primer plano una falda sin mucho volumen y los flecos.

Con estos bonitos modelos, termino este extraño post dedicado a una rama poco conocida de la moda y sobre la que nunca pensé que escribiría. Seguramente nunca llevaré un traje de Vicky Martín Berrocal ni de ninguna otra diseñadora quizá más asequible. No sé ni para qué querría yo un traje de flamenca, pero aún así no puedo evitar que la esencia artística y bien trabajada de estos preciosos diseños me ilumine y encandile con un hechizo especial. Pero es que a mí, lo que me gusta es la moda en toda su esencia; desde los estilos más indie y underground, pasando por el vintage, las más rabiosas tendencias, la alta costura, el prét-à-porter y las cadenas de mass-moda. Así que, lo que hace Vicky no deja de ser moda, repleta de arte, estilo y sentimiento flamenco. Y en mayúsculas.

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